Inedito: Isaac Asimov - De donde vienen las Ideas?

(De la Pagina http://www.yorokobu.es/isaac-asimov/ y http://www.technologyreview.com/view/531911/isaac-asimov-asks-how-do-people-get-new-ideas/)

Los humanos querían partir el mundo en dos y tenían que hacerlo a guantazos. Los dos bloques que intentaban hacerse los amos del planeta, EE UU y la URSS, buscaban desesperadamente las armas más destructivas jamás imaginadas. El entonces ARPA (Advanced Research Projects Agency) y hoy DARPA (le sumaron un ‘Defense’) rastreaban ideas para crear un nuevo sistema defensivo de misiles balísticos. Intentaban reunir a las mentes más brillantes y, en estas, uno de los científicos del proyecto, Arthur Obermayer, invitó a participar a su amigo Isaac Asimov.

Era 1959. Asimov por aquel entonces ya era un prestigioso escritor de ciencia ficción. Y eso es lo que les gustaba de él. La fantasía. La capacidad de mezclar realidad y ficción hasta crear algo absolutamente distinto a lo que hay alrededor.

El bioquímico asistió a las primeras reuniones pero al poco tiempo decidió abandonar aquellas ‘cerebration sessions’ (sesiones de elucubración). Sí, Asimov las llamaba ‘cerebration sessions’ en vez de brainstorming, el concepto que apareció en el libro Applied Imagination en 1953 y que hoy se escucha en cada esquina. El ruso nacionalizado estadounidense vio que esa puerta que se abría llevaba a un lugar blindado por puertas cerradas.

—Mmm… Si tengo acceso a información clasificada, nunca podré escribir sobre esos temas. Esto limitará mi libertad de expresión y mi fantasía.

No quedaba otra salida. Asimov abandonó el proyecto.

Pero antes dejó algo escrito.

Era un ensayo sobre cómo buscar nuevas ideas que nunca se publicó y que había quedado entre cientos de papeles de su amigo. Allí estuvo hasta que hace unos meses Arthur Obermayer lo encontró. Y entonces temblaron las esferas del espacio y del tiempo. La revista MIT Technology Review publicó un artículo inédito de uno de los maestros de la ciencia ficción 22 años después de su muerte. Llevaba 55 años escrito y aún así su visión se adelantaba a los métodos empleados por muchas organizaciones actuales.

Asimov pensaba que había elementos comunes en cualquier proceso creativo. No importaba si el objetivo era revolucionar una disciplina artística, construir un aparato o descubrir una teoría científica. Siempre son imprescindibles una serie de factores.

El autor de Yo, Robot recomendaba investigar cómo se habían hallado las grandes ideas en el pasado pero era consciente de que esa misión resultaría inalcanzable. «Desafortunadamente, el método de generación nunca está claro, ni siquiera para los mismos generadores», escribió.

El estudio y la documentación previa es imprescindible (mirar desde hombros de gigantes). Pero ese es solo el principio. Las ideas novedosas surgen de nuevas relaciones entre conceptos ya conocidos. «Obviamente, lo que necesitamos no es solo personas que controlen bien el tema que tratamos. También se requieren individuos capaces de establecer conexiones entre elementos que en principio parecen no tener ninguna relación entre sí».

En este artículo, titulado ‘How do people get new ideas?’, Asimov se centra en cómo obtener ideas de un grupo de personas. El novelista describe un ambiente absolutamente relajado en el que los participantes discuten temas interesantes sin sentir ninguna responsabilidad y donde ellos mismos crean recursos para alimentar el debate. «Debería haber sensación de informalidad, de diversión. Habría que llamar a las personas por su nombre de pila, bromear… En esa atmósfera los individuos se muestran más dispuestos a envolverse en la locura de la creatividad. Para este propósito creo que un encuentro en una casa o alrededor de la mesa de la cena resulte quizá más productivo que en una sala de conferencias».

En ese lugar no habría jueces. Ninguna idea podría ser penalizada. Ni siquiera la más ridícula. Nadie aprueba ni desaprueba las aportaciones de los miembros del grupo, pero sí hay un conductor de la sesión. «Debe haber un responsable que juegue un papel equivalente al de un psicoanalista. Un psicoanalista, como yo lo entiendo, hace las preguntas correctas e intentando interferir lo menos posible, consigue que el paciente trate su vida pasada de tal modo que pueda extraer nuevos significados a través de sus propios ojos».

Esta atmósfera solo se consigue si los participantes no sienten presión. Quizá por ello sería mejor que no fuese una actividad remunerada oficialmente, según Asimov. La responsabilidad de tener que llegar a conclusiones interesantes forzaría el proceso. «Las grandes ideas de todos los tiempos proceden de individuos a los que no pagaron por tener grandes ideas. Recibían un sueldo por ser profesores, empleados de oficina u oficiales insignificantes. Las grandes ideas aparecieron como asuntos secundarios».

La motivación debería llevarlos hasta allí y, después del proceso, cada participante tendría una tarea: redactar un informe, sacar conclusiones, formular nuevas preguntas… Esa función sí sería remunerada y, en realidad, sería el disfraz del pago por el ejercicio de pensar dentro de ese equipo.

Asimov no creía en las reuniones multitudinarias. Decía que para que estos encuentros fueran productivos no debían asistir más de cinco personas. «Un grupo mayor a este número puede aportar más información, pero se producirían tensiones en los turnos para poder hablar y podría resultar frustrante. Probablemente sería mejor convocar varias sesiones con pocas personas que una reunión que incluyera a todas».

Para el autor de "Un guijarro en el cielo", la finalidad de estas ‘cerebration sessions’ era estimular la conversación de los participantes. Las palabras sobre lo que ya conocían irían formulando nuevas relaciones y distintas combinaciones hasta que surgiera lo desconocido, lo nuevo, lo innovador. Pero eso solo podía ocurrir con una cierta osadía. «Alguien capaz de volar ante el rostro de la razón, la autoridad y el sentido común debe ser una persona con una seguridad considerable en sí misma. Dado que esto solo ocurre en pocas ocasiones, ese individuo debe parecer excéntrico (al menos a ese respecto) para el resto de nosotros. Un sujeto excéntrico en un aspecto suele ser excéntrico también en otros. Por lo tanto, el tipo de persona que probablemente consiga generar nuevas ideas es aquel que tiene un gran conocimiento del tema que se está tratando y, a la vez, es poco convencional en sus hábitos de vida».

Llegados a este punto tendríamos el ambiente y a las personas adecuadas para la reunión de ideación. El paso siguiente sería formularse esta pregunta, según Asimov: «¿Queremos juntarlos para que hablen de forma conjunta sobre el problema o debemos informarles del problema para que trabajen primero de forma aislada?».

El escritor opta por el trabajo individual. «Mi sensación es que lo relacionado con la creatividad requiere aislamiento. La persona creativa está trabajando continuamente. Su mente está procesando información en todo momento. Incluso cuando no es consciente de ello. Es muy conocido, por ejemplo, el caso de August Kekulé. El químico seguía pensando en la estructura del benceno mientras dormía».

Para el trabajo de creación, Asimov solo podía imaginar trabajar en soledad. Decía que esos momentos eran farragosos y la presencia de otros solo podía entorpecer el proceso. Llegar a una buena idea suponía pasar por propuestas estúpidas. Esos descartes, sin embargo, eran necesarios y un individuo nunca trabajaría sobre ideas absurdas si tenía a otros mirando sus papeles.

«Me da la sensación de que el propósito de estas ‘cerebration sessions’ no es hallar nuevas ideas, sino educar a los participantes en combinar hechos, teorías y pensamientos vagos», concluye el autor. «El mundo en general desaprueba la creatividad y ser creativo en público resulta particularmente malo».

A lo largo de su vida Asimov siguió creyendo que la creatividad no tenía fórmulas infalibles. En una entrevista unos años antes de morir confesó: «He tenido suerte de nacer con una mente eficaz y que no descansa nunca, con una capacidad para pensar con claridad y una habilidad para plasmar esos pensamientos en palabras. Nada de esto es mérito mío. Me ha tocado un buen boleto en la lotería genética».

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